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¡Jefe, nos enamoramos!

¡Jefe, nos enamoramos! ES

Romántica
andreyflor  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Sinopsis

ValienteEmocionalJefe / CEORomanceDiferencia de edadDramaMalentendido

Maya Seati es una recién graduada en una de las universidades de Nueva York en la carrera de hotelería y turismo. Es soltera, carismática, pero seria cuando debe serlo, joven, muy atenta. Y con una mejor amiga encantadora que comparte su misma personalidad. Además de compartir el trabajo, claro está. Cuando su amiga trabaja como recepcionista del Livende, ella es nada más ni nada menos que la secretaria y mano derecha del dueño y jefe de todas las sucursales de esa cadena de hoteles. Maximiliano D'Angelo. El ser más carismático y amable existiendo en la tierra. Un gran jefe. Un hombre inigualable. Sonrisa deslumbrante. Mirada hipnotizante, mohines simpáticos. Sencillamente encantador. Viene a la par y le lleva trece años adelante, porque su señor en jefe ya ronda los cuarenta años. Y como toda toda Nueva York dice, no los aparenta. Maya Seati tendrá que enfrentar el obstáculo de pensar de otra manera a su jefe tan encantador cuando terminar por compartir las primeras copas. Unos cambios llegan de súbito. Puesto que su jefe y ella han compartido penas que sin querer, lo han unido más que antes. Quizás, ya de otra forma. Maximiliano también tendrá que dar razón a sus sentimientos una vez que estos empiecen a florecer. ¿Qué pasará cuando se acerquen los obstáculos y ellos dos tendrán que sobreponerse a ellos? Quizás, algunos de los dos tendrá que decidir.

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Último capítulo

  • 100. Bellísima

    —Maya —la infunde en un gran abrazo la señora Miranda—. Qué gusto verte por aquí de nuevo. Muchas gracias. Gracias.—El placer es todo mío, señora Miranda.—No, dime Miranda ahora, Maya. Basta de formalidades. Hazlo con mi hijo, pero no conmigo, es lo menos que puedo hacer. Ven, siéntate a mi lado.—Dígame, ¿han dicho algo sobre Giovanna?—Todo salió bien —la señora Miranda se limpia la nariz, sonriendo—. Todo, Maya. Qué alegría. Bendito sea Dios.—¿Y no han dicho cuándo podrá abrir los ojos, cuándo?—Quizás en un par de días, siempre dependerá de cómo reaccione a todo. Pero la vi hace unos momentos, y ella está, dormida…está mejor ahora.—Gracias a Dios —suelta Maya a su vez con un alivio desmesurado. Todo esto es más que complaciente, más que significativo. La situación de Giovanna siempre sería más importante de lo que pensaba. Y ahora, con ese foco de luz comenzando a valer a sus oraciones y a sus esperanzas no ve más sino eso para que la situación mejore. Le toma una mano a la s

  • 99. Confiar

    Maya se quita su abrigo mientras observa a Jason acercarse, ponderosamente. Sus manos están en sus bolsillos y su rostro está volteando hacia un lado, lejos de querer despedirla como es costumbre. Maya se toma de las manos al verlo llegar y tiene que suspirar, justo en el momento en que Jason la ciñe hacia sí.Un abrazo se forma entre ellos dos, y busca la manera de entender que siempre serán los dos los amigos que comparten tal vez toda una media vida. Maya lo abraza con fuerza y oculta su rostro en su cuello. Tener el abrigo de Jason es importante. Más de lo que imagina y necesita al momento tener la agradable sensación de que todo tiene que arreglarse.Es Jason el primero que se aleja de sus brazos. Maya toma sus manos y trata de sonreír.—Te veré después —asevera Jason, sin embargo, aún sigue impertérrito y hace lo posible por no verle el rostro.Asiente, mojándose los labios. La actitud de Jason no es la misma pero tiene que conformarse con esto ahora. Siente que la culpa es suya

  • 98. En el corazón

    Ni siquiera sabe qué puede depararle el destino. Qué motivos tendría para saber y conocer lo que Maximiliano ya significa en su entera vida. Es algo extraño, distinto. Al principio de conocerlo jamás creyó que se volvería el día de hoy el ser que le arrebata los suspiros, la encierra en su finura y la añora por sentir más de él. Si tuvo que darse cuenta tiempo después que siempre tuvo frente a sus narices el hombre con el que se refleja plenamente y en el que no puede dejar de pensar ni un solo instante. No cree que sólo es cuestión de caricias, que es una unión física. Lo de ellos va mucho más allá. El toque pasa a otro plano en cuanto comparten más que los mismos gustos. Las mismas pasiones. El deseo de volver a obtener siempre nuevas y especiales encuentros con el mundo. Desde el principio fue así. Su conexión fue instantánea y si Maximiliano confesó que se estuvo enamorando de ella mientras convivían aún más, no podía hacerlo titubear. El momento también es hacia su parte. La man

  • 97. Sólo espérame

    —¿Ese muchacho —comienza Maximiliano del otro lado— es conocido tuyo?Maya se pasa el teléfono a la otra oreja.—¿El de esta tarde?—Sí, ese chico.Maya recuerda a Sean al instante.—Lo es.Menciona, mirando las luces de la ciudad lejana. No hay porqué ocultar las cosas, y vuelve a erguirse, mirando el horizonte y los rascacielos de Nueva York demasiado lejos.—Sí, lo conozco desde hace mucho. Nosotros…él fue mi pareja hace algunos años.—¿Es tu ex novio? —vuelve a preguntar Maximiliano.—Sí, durante dos años—le responde.—Oh —es lo que dice—. Nunca lo imaginé.Maya se echa a reír.—¿Por qué?—Poco me has contado de ti, Maya —murmura Maximiliano—. Y hace más de un año que te conozco.Ella solamente suspira.—Puedo decirte muchas cosas si así es lo que quieres saber.—Quiero que me digas lo que te hace sentir bien. Lo que te hace sentir mal. Quiero saber más de ti. Quiero conocerte. Quiero que tú me conozcas. Déjame hacerlo…—Max…—No hace falta que me des respuesta ahora —lo oye decir

  • 96. De todas las maneras posibles

    La madre de Jenny finalmente ha servido los platos. Maya está frente a Jenny y a su lado está Chris. Felicia al otro y en las demás silla se agrupa sus allegados.Hay mucho por decir en la mesa y es sin duda un momento en el que para Maya, es ese punto en el que adora por sentirse tan plena, en un ambiente que es familiar y cálido. Se refleja la misma calidez de la que disfruta de sus padres. Le genera felicidad mirar a la señora Hudson porque tiene la misma maña de su madre en no servir hasta que se ora y todos estén sentados. Hace mucho que no ve a sus padres, y quiere creer que pronto los tendrá consigo en este momento colmado de alegría.Sin embargo, para Maya es algo incomoda la situación para ella misma cuando los pensamientos de Sean estando en el Livende son austeros, y distantes.La voz del señor Hudson la saca de sus pensamientos.Entonces sonríe.—Cómo no vamos a estar feliz si Maya y Chris tendrán su propio hotel —exclama el padre de Jenny—. El mejor sin duda, de toda la c

  • 95. Con quien quieras

    Maya se echa a reír.Es una pequeña carcajeada porque el sobresalto la envuelve aún más. Y observa entonces aquellos ojos azules a su vez. El cabello cobrizo cayendo en cascadas hasta su hombro y la sonrisa a la que alguna vez tenía que dar hincapié que no podía ser así de perfecta. El hombre frente suyo es Sean Hurtender. Uno de los jugadores de lo Yankees desde los veinteaños, actualmente tiene la misma edad que Maya y desde la última vez que lo vio, nada de él ha cambiado. Excepto su cabello recogido en una coleta baja y corta por detrás.Maya tiene que señalarlo, balbuceando un poco.—¡Sean! —es lo que dice. No sabe qué otra cosa hacer, si moverse o retraerse, si seguirle sonriendo de esta forma. Pero se echa a reír otra vez—. ¡Sean! Estás aquí…aquí, aquí.Finalmente es él quien se ríe.—Sí, aquí —repite. Esa sonrisa la hace pestañear—. Por Dios, tanto tiempo, Maya. Incluso fue impresionante encontrarme a Jenny por aquí. Le pregunté sobre ti y me dijo que trabaja aquí también. Qué

  • 94. Sean Hurtender

    Un tanto apresada por la comparación de Jenny, que no tiene nada de estar lejos de la realidad, Maya vuelve a recordar lo que apenas ha pasado dentro de su oficina. De la oficina de Maximiliano que siempre está a solo unos pasos. No pasa más que unos cuantos instantes entendiendo la manera en la que puede volver a infundirse en sus brazos. Maya se echa para atrás, suspirando.La sensación aún persiste y Maximiliano todavía no regresa a la oficina. Dan las tres de la tarde. Sólo una hora para volver a encontrarse con Jenny. Sin embargo, todo pasa bastante rápido para cuando también es Jason en quien piensa. Ni siquiera puede cavilar bien cuando se trata de obtener un mejor recuadro cuando Jason está saliendo con Diana.La misma mujer que le ha dicho no querer perder al hombre con el que acaba de tener un encuentro de lo más feroces en toda su vida, tal vez, el más rudo y fascinante. No debe quedarse ahora de brazos cruzados. Si Diana estaba aprovechándose de Jason, no lo permitiría. Y

  • 93. Más que radiante

    Observa el pomo de la puerta una vez que consigue estar preparada para empezar de nuevo todo esto. Entiende que la manera en la que persigue el recuerdo de sus besos y como la poseía en el espacio que ya queda con su pasada unión es simplemente placentera, obrado por el deseo de los dos, que ahora no volvería a desaparecer. Maya mira el alrededor, pero no consigue ver a nadie. Así que cierra la puerta y camina directo hacia la otra puerta para salir finalmente de la oficina.Sale en un abrir y cerrar de ojos, en sigilo, y al dar la vuelta no conoce otra manera de trastabillar por el susto y por el encuentro de la que ahora misma es presa. Tiene que tomarse del pecho y cerrar los ojos.—¡Mierda, Jenny!Exclama Maya, exaltada y con el corazón en el cuello.Es cuando su amiga se quitas sus lentes, empezando a limpiarlos y con una sonrisa insinuadora responde.—¿Cómo llegaste tan r&aacu

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100 chapters
1. Primeras copas
¡Jefe, nos enamoramos! /andreyflor
Es el sonido de la música lo que se intensifica mediante da otro pasos más. El alrededor ciñe cada uno de sus poros porque se mezcla el ruido, el olor a cigarro, el olor al mismo alcohol que de todos los tipos hacen que aquella multitud continúe avivandose. Avivandose ella también. Al llegar pide los tragos. Una botella entera de tequila y otra de brandy.Se sienta y empieza a peinarse. Dentro de la barra se nota un espejo.Una vez que dejar de estar pendiente del bartender, se atreve a girarse.No cree que alguien más pueda estar acompañándola, justamente en ese lugar, justamente a su lado.Dos segundos pasan cuando, sin embargo, se paraliza. De inmediato queda prendada de la conmoción y se sutura todo pensamiento. No hay otro lugar que ver. Hubiese sido más decente habérselo encontrado en la parada de la calle o en un parque, pero que se lo encontrara en un bar, con media botella del propio tequila en su vestido y oliendo a cigarro, se siente más que intimidada poco. Sus ojos am
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2. Un día en el Livende.
¡Jefe, nos enamoramos! /andreyflor
«Horas antes»¡De momento pasa una cuenta regresiva! Por ahí va transitando, en medio del caos puesto sobre los adoquines de la calle principal en la avenida estatal de Nueva York. Una vez más tiene que alzar las bolsas que apenas había comprado en la tienda de dos cuadras más detrás. Piensa en cómo la hora se había pasado, los panes se han enfriado y el tacón de punta se ha roto. Y ella con las bolsas al aire, pide permiso y maniobra en la cera y entre toda esa gente. —¡Permiso, señora! —exclama justo al tener frente una vista para nada favorable de una mujer hablando por teléfono. Vuelve a entornar los ojos—. ¡Permiso, señora! —¡Discúlpame! —la mujer se da vuelta. Ella abre los ojos y señala con lo mismo las bolsas. —¡Señora! Déjeme pasar, ¿No ha visto que el semáforo ya está…? Y la mujer mirándola de arriba hacia abajo se ha girado sin tener la decencia de seguirle el habla. A lo que ella le hace bajar las bolsas y abrir la boca. Una vez más no quiere llamarla, sino que, coje
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3. ¡Ruborizada!
¡Jefe, nos enamoramos! /andreyflor
—¡Maya, nena!Quien la abraza se separa de inmediato al oírla sonreír. Y exclama nuevamente. —Apenas le he avisado a mi hermano de que vendría. Y sé que todo el día de hoy estará ocupado, ¡no te pedí cita! —Giovanna, nena, buenos días —reiteradamente la abraza. Pero el ascensor da una alarma y las dos tienen que entrar de inmediato. Despidiéndose de Jenny al otro lado en la recepción, más metida en los asuntos que ya los huéspedes buscan por ser cumplidos y también alzando la mano para hacerla al cabo de un momento propia de su despedida, entran las dos mujeres.—Supongo que ya sabes por qué estoy aquí —la jovencita se quita su sombrero y entonces le da un momento a solas para pensar en su respuesta, y Maya, la mujer ahora con zapatillas baja, niega rápidamente. —¿Cómo voy a saberlo, señorita? —un deje preocupante le hace sonreír a la joven que ya sostiene una sonrisa.—Para ya; claro que sí lo sabes —ella se carcajea y después suspira—. Ya me han aceptado en la universidad, Maya.
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4. Maximiliano D'Angelo
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La secretaria entonces se endereza de súbito y se le forma un balbuceo casi al instante. —¡Señorita! La jovencita se carcajea y empieza a teclear su teléfono. —Sólo bromeo, descuida…De igual manera se abraza a los papeles y la contempla un momento, parpadeando. ¿Su jefe…? Ella aclara con un rotundo no. Y se negando, se dirige a la otra puerta. —Le avisare a su hermano, señorita. Espere sólo un momento. Pero Giovanna la mira y se vuelve a reír, un tanto prendida por lo que ha dicho. Y la mujer baja los hombros, sonriendo y entonces resignada porque los ojos juveniles de la joven la hicieron desentenderse de aquel pensamiento. Entonces la mujer ahora teniendo los papeles y el cabello recogido va caminando hacia las oficinas principales, un tanto desorientada entonces por la situación que debe mantener al hotel inmersa en murmullos y consideraciones meramente como cotilleos. Cuando ya la recepción para una boda parecía haberse concretado, los invitados estaban seleccionados, el b
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Un segundo después se aleja del ventanal y consigue notarlo con un mohín no precisamente triste. Le parece que incluso no es él quien tiene a todo el hotel hablando marañas. Sin embargo, su jefe toma una pluma y sentándose frente a su escritorio, se dirige hacia ella: —Maya, pero si pareces haberte asustado con lo que te he dicho. Si quieres, siéntate y toma tu café, esperemos a que baje el sol de esta mañana para revisar todo lo que hace falta ¿te parece bien? Los ojos ambarinos de la mujer resplandecientes se fijan en él un momento. Y cuando termine por sonreirle, alejando toda la confusion e incomodidad, asiente con calma. Mueve el cuerpo en dirección suya, puesto que se había alejado para tomar unos cuantos papeles más, y se pone por último frente a su escritorio.—Por supuesto, señor. —Apenas llegué hace una hora, pero no te encontré aquí. No encontré mi capuchino. Entonces dice, con una voz muy suave, casi sonriendo. La mujer se vuelve a erguir y entonces no dura más en co
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6. Un bombón. —¿Y por qué yo me ruborizaría? No es que sea una mala broma.—¡Ah, Maya! ¿Si has visto al hombre con el que trabajas, verdad? Ella alza una ceja.—¿Pero de qué hablas? —¡Bonita sosa! ¿Viste que eres una sosa? Su compañera al frente arruga el ceño.—Pues, yo aún no te comprendo. —El señor Maximiliano es un bombón, ¿De acuerdo? Es un completo bombón. Quizás no lo veas así porque seguro no es tu tipo. Pero para ser un hombre con esa edad, aunque no lo creas él sigue viéndose todavía como un bombón. —¿Ah? ¿Es que has fantaseado con tu propio jefe?—Sí lo he hecho, pero no con el señor Maximiliano. Mi aprecio va mucho más allá. Él es tan amable, y tan buena onda. Maya, ¿No lo notas? —Es un gran hombre, por supuesto —menciona. —¿Lo ves? Es totalmente un sueño. Rico, guapo, gentil, con una sonrisa preciosa y una mirada de punta. Quizás podría darle una abofeteada a esa mujer por no haberlo aceptado. Pero aquí entre nos, Maya, no se importa cuán lindo seas, si la persona
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7. Inespereda llamada.—Deja de decir eso. ¿Cómo puede verle la cara después de pensar así de él? —No lo entiendes. Una mujer puede aparentar que no le gusta alguien. Y no es que me guste mi jefe, pero simpatiza fantasear con sus lindos ojos —Jenny se mantiene riendo con ella—. Sólo bromeo. Pero igual el señor Maximiliano es muy guapo. Un hombre maduro muy guapo. Adoro ya esas canas que le están saliendo, ¡Y no aparenta su edad! Aparento yo más que él, y tengo veintisiete.—Si tú aparentas más edad, igual yo —Maya bebe un poco más de su frío café.—Tenemos que broncearnos, Maya. Sin duda debemos ir de vacaciones. ¿Mañana es viernes? ¡Salgamos mañana! —¿Mañana, Jenny? ¿No tienes que hacer algo el sábado? —Eh, sí —carraspea—. Pero eso qué tiene que ver. Yo lo único que quiero es tomar un par de tragos, bailar. Quizás nos quite el estrés que nos dejó diciembre. —De acuerdo, querida. Cuenta conmigo. —¡Quién sabe, Maya! Si conoces a alguien que por fin que te haga sentir en el cielo.
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En el mismo lugar Una sonrisa plena entonces aparece en los labios suyos. Se pasa el teléfono al otro oído y mira la bonita vista que también le entrega su apartamento, que estaba frente a un parque, aún con las luces de navidad. Apenas diciembre se había marchado.—Tengo guardadas las cuentas por pagar. Quizás eso ayude, pero deberé buscarle según usted me indique la corporación.—Sí, eso servirá sin duda. Maya entonces se pone a su computador y escucha una respiración muy lenta. No puede contenerse en decir:—Debe estar cansado.A la par se escucha un eco de una risa muy baja. —Un poco, sí. —Descuide, esto será muy rápido. —Maya…—menciona el señor D’Angelo en el otro lado y ella responde—. Pásamelos todos a mi correo, no te preocupes. Lo haré yo. —No, señor. Ya estamos los dos en esto. No se escucha respuesta y ella siente de repente haber dicho algo malo. Y se endereza. —Señor D'Angelo.—Sí, aquí estoy.Ha respondido al instante. Y ella se infunde en un alivio, quizás no
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9. Pena compartida Qué más daría la vida o qué otro revuelo podría dar entonces la plenitud con la que ahora siente dentro de ella. Mirándolo de aquella manera, sin poder creérselo, ida por aquel encanto que le anuncia sin siquiera pensarlo, de manera súbdita, casi inasequible. Oliendo a cigarro y tequila, en medio de un bar en el centro de Nueva York, soltera desde hace dos años y con su propio jefe al frente, entonces, ¿cuáles son los pensamientos de Maya Seati en estos momentos? Maya vuelve a sentarse. Le genera ya simpatía la situación. La música al fondo, los sonidos de la gente empezándose hacerse menos bullosa en ese momento, el olor del alcohol y ella con el olor a su cigarrillo, hace que el ambiente deje de ser formal en su totalidad.—No es que me lo encuentre todos los días, en un lugar como este…—tantea la mesa de madera y asiente—. Supongo que está con el señor Robert. Pero no se preocupe, sólo he venido a llevar unos tragos a Jenny que ya debe estar muy metida en sus a
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10. Pasado de copas
¡Jefe, nos enamoramos! /andreyflor
10. Pasado de copas. —Tengo una tía de Colombia. Y otra que vive en Jerusalén. Sé español y sé algo de hebreo, señor. —No me digas —comenta, emocionado por saberlo. Su jefe entonces no parece un hombre ya maduro y solo se ven rastros de una sonrisa juvenil—. Y yo ni lo sabía. ¿Lo ves, Maya? —Porque no me lo preguntó. —Eso no estaba en tu currículum, cuando lo vi…hace ya tanto tiempo —y susurra. Maya esnifa para cuando tiene la mirada puesta en todo su rostro, brillante y hacia ella—. ¿Por qué secretaria? No supe entonces por qué, pero sé que te especializas en turismo y hotelería, ¿No es así? —Sí, señor. Vi la oportunidad de empezar a ver cómo es todo en este mundo. —¿Y qué te ha parecido? —Evoluciona siempre. Las personas siempre quieren algo nuevo, buscan lo novedoso. La atención excepcional. —Todo el tiempo es así; y pasa con todo el mundo en todos los aspectos, Maya. Te impresionarás si llegas a ver qué tanto pasa de querer algo una persona a otra cosa. De dejar de amar al
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